martes, 17 de abril de 2012

Estás loco, majareta. Pero te contaré un secreto: las mejores personas, lo están.

Me ha pasado lo de siempre. Días y días sin saber sobre qué escribir. Hasta que por fin lo he decidido. Hoy, amigos, hablemos del desternillante, y algo turbio, Charles Lutwidge Dodgson, al que probablemente conocereis como Lewis Carroll.

Todos le conoceremos por su famoso relato infantil (y no tan infantil, pero volveremos sobre esto un poco más adelante) Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Todos recordaremos a aquella niña persiguiendo al conejo blanco y callendo por el hueco de aquel arbol sin fin. El caso es que hace relativamente poco adquirí un ejemplar bastante antiguo del cuento de Carroll. Lo fui dejando sin empezar, principalmente por pereza, pero fue abrir la primera página y devorarlo. Y lo que descubrí fue un libro totalmente diferente a aquel que me había hipnotizado de niño. Es por ese motivo que me vino a la mente una idea: es un libro que podemos leer tantas veces como queramos, pero que, en realidad, tiene dos etapas. La primera, aquella en la que nuestros padres nos lo leen en voz alta, mientras nosotros, arropados bajo nuestra colcha de ositos, escuchamos embelesados. La segunda, años después, cuando descubrimos un mundo totalmente nuevo al que imaginamos de niños.



Cuando somos jóvenes, nos maravilla ese mundo de locura y sin sentido, totalmente al revés del nuestro, en el que los animales hablan cual personas humanas. Nos resultan desternillantes los diálogos, que aunque nos parezcan extraños y muchas veces carezcan también de sentido, son tremendamente atractivos para nuestros oídos. Pero no es hasta cuando hacemos una lectura más tardía, más madura, cuando descubrimos el trasfondo detrás del cuento, la sátira detrás de la locura, la seriedad detrás del humor, y por supuesto, todo aliñado con juegos de lógica y matemática que tanto le ecantaban a Carroll. Y obviamente sin olvidarnos del factor psicodélico, que no se a vosotros, pero a mí me parece increiblemente interesante.



En fin, mi objetivo no es hacer una disertación sobre Alicia en el país de las maravillas, ni mucho menos, simplemente escribir unas cuantas líneas, esperando que alguien se identifique con mi experiencia. Naturalmente también me agradaría que todos aquellos que disfrutasteis de Alicia en vuestra infancia recordeis aquellos buenos momentos.




En definitiva, todos tenemos a nuestro personaje favorito, ya sea el Conejo Blanco con su reloj, la Oruga azul con su pipa, la Liebre de marzo, el Sombrerero loco, el gato de Chesire, la Reina de corazones, sus famosos guardias/carta, Tweedledum y Tweedledee y un largo etc. Cual es el vuestro?

SirJ

  • -Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba -. Minino de Cheshire, ¿podrias decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
  • -Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar - dijo el Gato.
  • -No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia.
  • -Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes - dijo el Gato.
  • - ... siempre que llegue a alguna parte - añadió Alicia como explicación.
  • - ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte - aseguró el Gato -, si caminas lo suficiente!



domingo, 8 de abril de 2012

Insomnium

A lo largo de mi vida he sido alguien poco trasnochador. Siempre he tenido la costumbre de acostarme en horas digamos prudentes. Sin embargo, ha sido en mi etapa universitaria cuando he visto modificar radicalmente mis ritmos circadianos.



La gente me pregunta a menudo: "¿Oye Javier, por qué pasas muchas veces más horas despierto de noche que de día?" o "¿Se puede saber qué diablos haces tantas noches en vela? En qué empleas tu tiempo?". Para empezar, como todo, la respuesta no es tan sencilla. Quiero además aclarar que no estoy despierto un día cualquiera a las cuatro de la madrugada como hoy simplemente por el hecho de no poder dormir. Si puedo dormir, podría irme ahora mismo a dormir si quisiese y en menos de quince minutos estaría con mis ronquiditos abradazo dócilmente cual bebé a mi suave almohada de plumas. Si paso tantas horas despierto a la luz de la luna es porque quiero, sencillamente.

Todo tiene su momento, toda acción, afición, hobby o costumbre tienen su momento, primeramente en la vida, y en segundo lugar en el día a dia. Dejemoslo claro: al igual que alguien va generalmente a la facultad o a hacer deporte a lo largo del día, hay muchas cosas que tienen lugar de noche. Son, digamos, opuestos en ciertos aspectos. Ambos tienen sus encantos. En cierta medida el ruido, la luminosidad, el gentío son atractivos de una bonita mañana o de una tarde. En cambio, la penumbra y el silencio lo son de horas más tardías. Y qué quereis que os diga, en especial el silencio me resulta tremendamente atractivo. No digo que el ruido no me guste. Digo que cada cosa tiene su momento. Y quién me conozca sabrá perfectamente que puedo ser muy hablador y activo cuando quiero, pero que disfruto mucho con la escasez de palabras y lo que ello implican. Porque con silencios se pueden transmitir infinidad de cosas.

Sin ánimo de irme mucho por las ramas. Ocurren varias cosas. La primera que tengo cierta facilidad para mantenerme despierto cuando me apetece. La segunda que muchas cosas, como escribir (y ahora más concretamente en este blog), leer un buen libro, ver una buena película, y un largo etc. me gusta más hacerlas a estas horas. Y la tercera, el aprecio que le tengo a estos momentos. No os podeis imaginar cuanta belleza se aprecia en estos momentos, en el silencio y la soledad. Son ciertamente especiales. Y por supuesto que en su mayor parte son momentos solitarios, pero también es único el poder compartir con alguien la magia nocturna, encontrar a alguien con quien disfrutarla y recordarla.

En fin, sinceramente, no se si algo de lo que he dicho tiene algún sentido o simplemente estoy divagando y mis dedos bailan al ritmo de mi mente puramente delirante.


Por hoy nada más. Espero que lo disfruten.

SirJ

jueves, 5 de abril de 2012

En tierra de nadie.

Se han dado varias circunstancias para tan larga ausencia desde la inauguración de este blog. Podría decir que no he tenido tiempo o que un maravilloso e inolvidable viaje a la costa mexicana me ha mantenido ocupado. Podría poner mil excusas más, pero lo cierto es que he estado inactivo por la falta de inspiración. La verdad es que le daba vueltas y no encontraba realmente un tema apropiado, o sobre el que pudiese extenderme lo suficiente como para publicar un artículo decente. Finalmente, caí en la cuenta de que nunca había escrito sobre una de las historias que más me han conmovido y fascinado en mi vida. Así que, tras este breve preámbulo, ahí va. Esta es la historia de Alexander Supertramp.

Christopher McCandles es un jóven universitario estadounidense con una familia ordinaria. Durante toda su vida ha seguido los deseos de sus padres. En 1990, tras finalizar sus estudios, decide donar todo su dinero a obras de caridad, se deshace de todas sus pertenencias salvo de las necesarias y se embarca en el viaje de su vida. ¿Su objetivo? Alaksa. Al inicio de su viaje, Christopher se deja atrás cualquier documento que le identifique y adopta el nombre de Alexander Supertramp.

Así, su viaje a través de diferentes estados de la costa oeste hasta llegar a su destino podría definirse como la evolución del personaje de Alexander desde su renacer hasta su madurez. Lo que el tenía en mente era cortar los lazos afectivos con su pasado, dejar atrás una sociedad meramente consumista, y entrar en contacto con la naturaleza. Simplemente eso, vivir una experiencia real, pura y única. Y realmente lo consigue, pero no como él esperaba. Pensaba que para alcanzar la felicidad no le hacía falta nadie, solo la naturaleza y Alexander, como uno solo. Sin embargo, conforme su viaje avanza, entabla lazos que creía banales, que no necesitaba, aprende de diferentes personas y llega a extrañarlas, hasta el punto en el que se da cuenta de que: "La felicidad solo es real cuando se comparte."


He tratado de hacer una breve introducción para conseguir atrapar a los curiosos que lean esto, pero sin revelar demasiadas cosas. No se si lo he conseguido. Si no es así, mis disculpas. Para los que les interese, el libro se titula Hacia rutas salvajes de Jon Krakauer. En 2007 Sean Penn dirigió una película del mismo nombre. Os recomiendo ambos, sobre todo porque las imágenes de dicho largometraje, los podréis ver en muy pocos lugares.

Puede parecer una historia sencilla, pero espero que os deis cuenta, como yo lo hice, de lo mucho que hace reflexionar. No digo que vaya a cambiar vuestras vidas, pero os aportará un enfoque diferente para ciertas ideas, para ciertos temas. Y la verdad es que un punto de vista diferente nunca nos viene mal para darnos cuenta de cómo son realmente ciertas cosas.

Ya para ir terminando, y no extenderme demasiado, creo, sinceramente, que, aunque suene a cuento chino (y quizás alguno que conozca la historia lo entienda), muchos tenemos un, digamos, Alex Supertramp escondido en nuestro interior. En unos estará más a flor de piel, en otros oculto, muy hondo, a penas visible. Pero creo firmemente que, aunque sea levemente, a quien conmueva esta historia, es porque la entiende de verdad.

Nada más que decir. ¡Larga vida al kiwi!